I
El humo del cigarrillo se enroscaba como una serpiente mientras subía hacia el cielo. La luz que emanaba la ceniza de la punta iluminaba en un tono anaranjado lo que le rodeaba.
La noche era cerrada y el tabaco escaseaba en la cajetilla que llevaba en el bolsillo de la chaqueta, mala cosa.
Decidí acercarme hasta mi informador, necesitaba trabajo y el solía tenerme ocupado de vez en cuando. El me ayudaba con mis problemas y yo se los quitaba de encima.
El relente que caía no era nada agradable, en los hombros de mi chaqueta se formaban perlas de rocío y la humedad se me agarraba a los huesos. Tenía que ir andando porque la semana pasada algún cabrón sin madre se puso violento con mi coche de tres puertas.
Las calles como siempre estaban solitarias, aunque de vez en cuando se veían algunos animales nocturnos como putas, yonquis o ratas.
Mi informador, Cake, era un negro que trapicheaba con drogas y que tenía un local de mala muerte en pleno gheto de la ciudad. Si te gustaba la música disco, las drogas y las putas, este era tu paraíso.
En la entrada había un par de capullos pegándose, la razón no era importante, pero una cosa sí que tengo clara, nunca dañes tu cara si no te dan suficiente dinero, las cosas se ponían feas entre los dos, uno de ellos llevaba una navaja del tamaño de un zapato del 43, el otro iba a tener serios problemas.
-Buenas noches Ocho, vengo a buscar a Cake.
-Está en su despacho.
Ocho era una immensa mole de músculo, era un negro que medía unos dos metros, con la cabeza afeitada al cero y con unas manos que si se lo propusieran podrían partir a más de uno por la mitad.
El ambiente del local era como siempre, gente hasta arriba de mierda y saltando y sudando como cerdos. Subí al despacho de Cake empujando a la multitud que bailaba, era realmente asqueroso ver algunas cosas que había por allí.
Toqué la puerta dos veces.
-Adelante.
-Hola Cake vengo a ver si tienes algo para mí.
-Claro P, toma asiento.
La noche era cerrada y el tabaco escaseaba en la cajetilla que llevaba en el bolsillo de la chaqueta, mala cosa.
Decidí acercarme hasta mi informador, necesitaba trabajo y el solía tenerme ocupado de vez en cuando. El me ayudaba con mis problemas y yo se los quitaba de encima.
El relente que caía no era nada agradable, en los hombros de mi chaqueta se formaban perlas de rocío y la humedad se me agarraba a los huesos. Tenía que ir andando porque la semana pasada algún cabrón sin madre se puso violento con mi coche de tres puertas.
Las calles como siempre estaban solitarias, aunque de vez en cuando se veían algunos animales nocturnos como putas, yonquis o ratas.
Mi informador, Cake, era un negro que trapicheaba con drogas y que tenía un local de mala muerte en pleno gheto de la ciudad. Si te gustaba la música disco, las drogas y las putas, este era tu paraíso.
En la entrada había un par de capullos pegándose, la razón no era importante, pero una cosa sí que tengo clara, nunca dañes tu cara si no te dan suficiente dinero, las cosas se ponían feas entre los dos, uno de ellos llevaba una navaja del tamaño de un zapato del 43, el otro iba a tener serios problemas.
-Buenas noches Ocho, vengo a buscar a Cake.
-Está en su despacho.
Ocho era una immensa mole de músculo, era un negro que medía unos dos metros, con la cabeza afeitada al cero y con unas manos que si se lo propusieran podrían partir a más de uno por la mitad.
El ambiente del local era como siempre, gente hasta arriba de mierda y saltando y sudando como cerdos. Subí al despacho de Cake empujando a la multitud que bailaba, era realmente asqueroso ver algunas cosas que había por allí.
Toqué la puerta dos veces.
-Adelante.
-Hola Cake vengo a ver si tienes algo para mí.
-Claro P, toma asiento.
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Luiss -