Fuego del cielo.

Corría como una liebre escapando de un lobo. Las balas volaban alrededor, las bombas explotaban hasta donde llegaba la vista y las nubes de arena ocupaban el horizonte.
Mi sudor recorría la frente como si estuviera cayendo un diluvio y mis compañeros caían uno tras uno mientras yo corría entre la lluvia de fuego.
Una bomba explotó cerca mío y me lanzó por los aires, volé como un pájaro mientras la ropa y la piel se quemaban en décimas de segundo, era como estar en la misma boca del diablo, fue como ir al infierno y volver para que te mataran otra vez.
Ahora soy un hombre de 80 años, demacrado y cansado de la vida, en una silla de ruedas porque la explosión me las arrancó de cuajo. La residencia donde estoy da asco, aquí nos sacan la sangre y el dinero de nuestra pensión, es una garrapata en medio de un prado esperando a que pase un perro para agarrarse a su pelaje. Por suerte me queda poco tiempo, sólo extraño a mi nieto que es el que a veces viene a verme, espero que le vaya muy bien en la vida.
Adiós mundo.