Blogia
firstborn

Sacrificio

Capítulo 4. Espacio Disforme.

Corvus y Micaelus estaban impresionados, la voz que habían oído en sus cabezas no era la voz de un niño, era una voz de un hombre adulto que provenía de un cuerpo de la mente de un chiquillo. El impacto causado por la telepatía en los Marines Espaciales no había sido tan traumático como que el niño hubiera conocido el nombre del Inquisidor.
-Has vuelto una vez más abominación. –El Inquisidor seguía mostrando su rostro de desprecio.
-Siempre vuelvo Alexandros, siempre vuelvo aunque me mates.
–Una vez más, las palabras volvieron a sonar en las cabezas de los tres humanos. Los Marines Espaciales estaban completamente desconcertados, esto era algo que los superaba.
-Y aquí estoy de nuevo para devolverte al lugar de donde no deberías haber vuelto. –El bolter del Inquisidor apuntó a la cabeza de Proteus y un minimisíl salió disparado de la boca del arma.
-Estúpido.
-El minimisíl quedó suspendido girando a un milímetro de la cápsula de éxtasis. -¿De verdad crees que vas a poder matarme? Ya he podido adaptarme a este nuevo cuerpo y conforme pasa el tiempo voy siendo más poderoso.
–El minimisíl seguía girando sobre sí mismo pero en un instante calló al suelo como si nada hubiera pasado.
Corvus miró estupefacto lo que había pasado delante de sus ojos, el poder que debía de poseer el tal Proteus era inmenso si a una distancia de menos de tres metros había conseguido parar en seco un disparo de bolter.
“Quizá tenía más poder que el mismísimo Emperador.” –El pensamiento del bibliotecario surcó brevemente su mente. “Es imposible, la verdad y la justicia del Emperador son infinitas.” –Micaelus apretó su puño por haber tenido un pensamiento hereje, el Emperador era la luz de la humanidad y su fe era tan gran grande que los salvaría de todos los engendros del universo.
-Micaelus, vuestro Emperador es un cadáver viviente que…
-¡¡HEREJÍA!!
La frase no terminó cuando el grito de Alexandros y los Marines Espaciales silenció la habitación.
-¡Silencio!
–El vidrio de la cápsula de éxtasis vibró durante unos instantes, mostrando unas pequeñas grietas por las que empezaron a salir gotas del líquido en el que estaba suspendido Proteus. Los tres humanos quedaron en enmudecidos y agarrotados, como si una fuerza extraña los hubiera vendado de la cabeza a los pies al igual que a las momias.
-Vuestro Emperador es un cadáver viviente que sólo quiere morir, solamente quiere descansar en paz, ya que cada día que sigue viviendo es una agonía constante. Todavía hay tiempo así que os voy a contar mi historia, aunque Alexandros ya la conoce, vosotros dos no.
–Tanto el Inquisidor como los Marines Espaciales miraban a Proteus fijamente, inmóviles, mientras la luz verdosa los inundaba.
-Hace 5000 años, nací con la cualidad de poder ver el Espacio Disforme y de poder desgarrar la realidad con un solo pensamiento, fui maldecido con el poder psíquico de un Alpha. Tal fue mi poder que mi concepción ya fue vista por los psíquicos del imperio. Ellos postularon que yo debía de ser eliminado, pero ya que mi poder era superior podría alimentar al Emperador agonizante que mora en su trono. El parto de mi madre fue seguido por un Inquisidor, incluso en el vientre de mi madre ya era consciente de lo que pasaba a mi alrededor. Arrebatado de los brazos de mi madre fui llevado a Terra para alimentar al Emperador. Cuando el emperador bebió de mi esencia sentí un gran pesar, no en mí, si no en él. Ya llevaba milenios agonizando, deseando morir para poder descansar en paz. Por alguna extraña razón mi esencia no fue destruida, mi conciencia, mi yo, se vio transportado al Espacio Disforme, ni siquiera tenía forma material, sólo era un pensamiento en un universo de horror, muerte y locura.
–El ceño de Alexandros se frunció más aún de lo que estaba y ligeramente movió un dedo. –Estuve siglos vagando por el Espacio Disforme, ejercitándome, luchando y matando engendros que se acercaban a alimentarse de mí, decidí llamarme Proteus, que significa el primero, ya que no ha habido nadie que haya sido como yo. Llegado un momento descubrí la manera de pasar a la realidad mediante la posesión de un psíquico y así lo hice. Por desgracia, fui descubierto por el Ordo Heréticus y fui eliminado. Al morir el proceso se volvió a repetir de nuevo, no tardé tanto en volver como la primera vez y volví a poseer a un nuevo huésped. Tarde o temprano me descubrían y mataban al cuerpo material que había poseído y cada vez el proceso se repetía y me iba haciendo más fuerte.
Hace 300 años volví y Alexandros fue el ejecutor de mi último recipiente, pero nuestra lucha fue encarnizada. Ahora he vuelto, pero con una diferencia, este cuerpo ha sido creado por mí, este cuerpo es energía psíquica convertida en materia y es indestructible porque forma parte de mi mente psíquica.

–El Inquisidor consiguió deshacerse de la atadura psíquica y volvió a levantar su bolter.
-¿Crees que te has liberado Alexandros? Iluso.
–Proteus volvió a sonreír y el brazo derecho de Alexandros se partió por dos partes. Sangre, carne, hueso y armadura se veían en su brazo derecho retorcidos en una amalgama de colores rojos y metalizados. El Inquisidor se agarró su brazo con una expresión de dolor intensa.
-¿No gritas Alexandros? No importa, ya ha pasado tiempo suficiente.
–De las paredes empezaron a mostrarse unas caras agonizantes, tentáculos, ojos, bocas, músculos, vísceras y un sin fin de atrocidades se retorcían por todas las superficies de la sala.
-He llamado a unos amigos. –Y una vez más, Proteus mostró una sonrisa en la miríada de cables que entraban en su boca.

Capítulo 3. Proteus.

La sala era blanca y pulcra, la estancia tenía la forma de un cubo perfecto, tenía pegadas a las paredes unos cubos de cristal en los que había diferentes objetos, trofeos de muchas batallas a las espaldas, recuerdos de muchos planetas en los que la guerra había sido el denominador común.
Sha´s O Vior´La Kauyon estaba sentado en un sillón de gran envergadura, ostentoso pero sencillo y minimalista, parecía que la sala y el sillón hubieran sido realizados conjuntamente.
El comandante Tau repasaba una y otra vez la estrategia que iba relegar a su hermano de batalla Kais, era hora de que Kais asumiera la responsabilidad que Kauyon creía. Como estratega, el comandante Tau no creía en que se lo debía de dejar todo masticado a Kais, le daría las pautas pero no la solución, de Kais dependería que la estrategia tuviera éxito, no de Kauyon.
Mientras estaba con la mirada perdida en el infinito abstraído en un combate mental de lo que podría ser la siguiente batalla que iba a realizar su sucesor, unas luces se empezaron a formar en medio de la sala.
Kauyon alterado por la visión de lo que estaba ocurriendo ante sus ojos cogió una pistola de inducción que sacó de su pistolera.
Las luces dispersas del centro de la sala empezaron a concentrarse en un punto justo en medio de la sala, un portal se abrió y la luz azulada que salía del mismo coloreó toda la estancia blanca.
Del portal salieron tres humanoides altos, le sacaban al Tau un par de cabezas. Kauyon se levantó tranquilamente y cruzó los brazos en su espalda escondiendo el arma.
-Saludos comandante Kauyon. –La voz era segura, tranquila y extrañamente bella. –Sentimos la intrusión, mas no debes temernos ya que venimos a pedirte ayuda. –Los humanoides se arrodillaron y Kauyon se relajó, aunque no lo suficiente como para disparar a la cabeza de alguno de ellos.
-Levantaos vidente, no es necesario que os arrodilléis ante mí. Decidme que queréis y si está en mi mano, os ayudaré. –Los tres Eldar se irguieron y se despojaron de los cascos.
-Mi nombre es Iluanne, vidente del mundo astronave de Eilsam. Desde que nacieron las estrellas mi pueblo y yo hemos surcado la galaxia entera enfrentándonos a seres que ni si quiera podríais imaginar, mas ahora, todas las razas están en peligro y debemos unirnos para enfrentarnos a un mal que nos supera. Os rogamos que vuestro pueblo se una a nosotros para luchar contra esta amenaza.
Kauyon estaba impactado, había tenido varios encuentros contra Eldars y sabía que éstos eran formidables guerreros además de una raza orgullosa. Si una vidente venía a pedirle que se uniera a ellos en la lucha, el mal al que se enfrentaba debía de ser muy poderoso.
-Vidente, a partir de ahora tenéis un aliado en vuestras líneas.

 

 

La nave de transporte inquisitorial se acercó a la nave insignia de los Alas Oscuras, se dispuso a una distancia suficiente como para estar cerca, pero no lo suficiente como para que pudieran chocar.

De uno de los hangares de la nave inquisitorial salió una Thunderhawk que aterrizó en el hangar de la nave de los Marines Espaciales.

Al abrirse la compuerta de la Thunderhawk salió un Inquisidor con una armadura de cobre, en la que se salpicaban sellos de pureza por doquier, un aura de luz alrededor de su cabeza y una gran capa con el símbolo de la Inquisición acrecentaban más su aspecto imponente.

Corvus y Micaelus esperaban al Inquisidor sin una expresión en su rostro, rectos y en formación como solo los Marines Espaciales sabían hacer.

-Capitán lléveme a donde tienen el sujeto psíquico. –La frase era imperativa, sin rodeos y con gran autoridad, un Inquisidor nunca malgastaba una palabra si no era necesaria.

-Acompáñeme por favor. –Corvus junto con Micaelus condujeron al Inquisidor por el laberinto de pasillos hasta la sala oscura donde se encontraba el niño.

Como antes hiciera con su capitán, el bibliotecario apretó el botón ubicado en la pared y la compuerta se abrió una vez más lentamente dejando que la luz verde se filtrara por toda la estancia.

-Proteus. –El nombre salió de los labios del Inquisidor con tanto desprecio que pareció que lo había escupido. Los ojos del niño se abrieron y miraron directamente a los ojos del inquisidor y una sonrisa se formó en su rostro en la miríada de cables que entubaban al niño.

-Cuanto tiempo sin verte, Alexandros.

Capítulo 2. Gamma


La plaza del pueblo estaba solitaria a excepción de una escuadra de marines y una hoguera en medio. El olor del aire era repugnante, la carne quemada apestaba a Caos, eran los restos de una secta adoradora de Slaneesh, los cuerpos estaban amontonados en el suelo y el humo ascendía hacia el cielo formando espirales.
Corvus, el capitán Marine Espacial del capítulo Alas Oscuras miraba con lástima los cuerpos ardientes de los ciudadanos herejes.
-La herejía se paga con la muerte, porque el Caos solo trae eso. -La frase fue escuchada por su amigo y mano derecha Arcturus.
-Sí hermano, para los que se han desviado de la senda de nuestro amado Emperador sólo les queda el tormento de la oscuridad y el dolor.
Esas palabras fortificaron a Corvus. "No debo tener lástima por ellos, ellos sabían el riesgo" pensó.
Miraron las espirales que ascendían hacia arriba y se percataron del color del cielo, era una amalgama de negros y violetas, se arremolinaban y parecían formar rostros que no presagiaban otra cosa sino el Caos.
Uno de los cuerpos en llamas se levantó del suelo como si estuviera manejado por un titiritero, se acercó a Corvus a trompicones mientras trozos de carne carbonizada se desprendían del cuerpo.
-¡¡Han venido!! ¡¡Ya están aquí, hemos sido elegidos, moriréis por no arrodillaros ante el poder del Caos!!
Corvus sacó su pistola bolter tan rápido que Arcturus quedó impresionado, primero hubo un destello y luego un casquillo dorado surcó el aire mientras dejaba un hilo de humo gris en su camino. El cuerpo del hereje cayó sin cabeza.
-Pues estaremos aquí esperándolos. -Dijo con desprecio mientras enfundaba su arma, se tocó su oído y frunció el ceño, dio la espalda a la pila de cadáveres ardientes y dictó. -Arcturus, que preparen la Thunderhawk para ir a la nave insignia.

Las idas y venidas de la Thunderhawk en algunos casos eran tranquilizantes, había muchos Marines Espaciales que se quedaban dormidos por el vaivén que tenía al despegar y durante la salida de la atmósfera, aunque Corvus odiaba volar, debía de ser porque de pequeño su hermano gemelo lo empujaba desde el tejado de su casa de madera. El nombre de su hermano vino a su cabeza "Quirión...", tuvo que matarlo siete años atrás, sacrificó al padre y a la madre de ambos para obtener el beneficio del Caos.
El puño de Corvus se cerró y el odio recorrió su cuerpo, el Caos le había hecho tanto daño... Pero tuvo suerte y lo reclutaron para ser Marine Espacial y descubrir realmente la divinidad del Emperador.

Llegaron a la nave insignia de los Alas Oscuras, tan rápido como desembarcaron Corvus se encontró con el bibliotecario del capítulo, Micaelus, éste esperaba de pie e impaciente.

-Corvus, necesito hablar contigo. –La voz de Micaelus era oscura y profunda, trabajada durante años para los interrogatorios que tenían lugar en las celdas del capítulo.

-Claro amigo, dime. –Ambos empezaron a andar por la intrincada estructura de la nave, puertas se abrían y cerraban cuando pasaban de una estancia a otra, Micaelus llevó a Corvus a lo más profundo de la nave, a una sala con tan poca luz y tan oxidada que parecía que nadie había pasado nunca por allí.

-Hemos encontrado algo que podría ayudarnos hermano. –La voz del bibliotecario estaba agitada, cosa extraña porque nunca perdía el control sobre sí mismo.

-¿Qué es? –Corvus notó el nerviosismo y se contagió, estaba impaciente por saber lo que le iba a rebelar el bibliotecario.

Micaelus pulsó un botón que había en la pared y una compuerta se abrió lentamente mostrando una luz verde, cuando los ojos del marine se hicieron a la luz vio un niño de no más de 11 años suspendido en un líquido burbujeante dentro de un frasco enorme de cristal y acero.

-¿Un crío? Me has hecho venir aquí para ver a un crío suspendido en éxtasis? –El capitán estaba furioso, un Marine Espacial de su rango estaba muy ajetreado a lo largo del día como para hacer escapadas inútiles.

-Espera Corvus, el niño es un psíquico. –La respuesta no convenció nada a Corvus.

-Micaelus, eres mi amigo, pero mi tiempo es oro. –El capitán se dispuso a irse cuando el bibliotecario le cogió por el hombro.

-Es un psíquico Gamma.

Los ojos de Corvus se quedaron abiertos mirando aquel niño suspendido en el líquido.

-¿Gamma? Pero eso es…

-¿Imposible? Eso es lo que yo creía hasta que hice un sondeo psíquico. Este niño es posible que sea nuestra salvación y la salvación de la humanidad.

-Un Gamma, es el nivel psíquico que posee un inquisidor, pero eso le lleva años de trabajo, es imposible que sea verdad Micaelus.

-Lo sé, lo sé, pero los datos y mi sondeo psíquico demuestran eso, yo me quedé tan asombrado como tú. –Ni siquiera se miraban a la cara, tanto el capitán como el bibliotecario miraban al niño que estaba en la célula de éxtasis.

-¿Lo sabe alguien más aparte de ti y de mí?

-He informado a la Inquisición, están de camino.

-Bien, bien.

Micaelus volvió a pulsar el botón que había en la pared y la compuerta volvió a cerrarse lentamente dejando de nuevo a los dos Marines a oscuras.

Capítulo 1. Destino

El hueso centelleaba tan claramente que cegaba casi como un sol, tan precioso era el hueso espectral como el espacio exterior con sus galaxias.
Iluanne estaba quieta, tranquila y calmada como un lago estancado, esperando a que una piedra cayera para que las ondas dieran movimiento al conjunto.
La armadura sencilla pero funcional, mostraba ya muchas batallas tras de sí al igual que la capa que le caía por la espalda. La vidente no mostraba ningún signo de vida.
De repente, el hueso empezó a brillar de forma distinta, los brillos danzaron y se movieron haciendo parecer que el mismo hueso se movía en toda su estructura.

-Vidente, cuéntanos para qué has venido a nosotros. -El sonido se oyó como un eco de mil millones de voces hablando al unísono.
-Oh queridos hermanos que ahora estáis en el circuito infinito, necesito vuestro consejo para los acontecimientos venideros. -El cuerpo de Iluanne estaba rígido al haber hecho contacto con los millares de eldars que habitaban en el hueso, antes estaba tranquila y calmada, pero ahora estaba concentrada, para no perderse en la miriada de conversaciones que había en el circuito infinito de hueso espectral y así mismo no perderse ella en el circuito.
-Formula tu pregunta Vidente. -Una vez más el sonido sonó como una multitud de voces hablando al mismo tiempo.
-Necesito saber qué consecuencias traerá la acción de los Mon-Keigh en el sistema Oklath. -A Iluanne le empezaba a doler el cuerpo, cada vez que entraba en circuito infinito deseaba con más fuerza quedarse allí, debido a esto, nanocristales de hueso espectral se formaban en su cuerpo con cada entrada.
-Las consecuencias serán muy perjudiciales para los Eldar, es necesaria una intervención. -La espera de esa respuesta le pareció a Iluanne una eternidad.
-¿No hay otro camino que el destino os muestre? -La pregunta se le hizo un nudo en la garganta.
-No vidente, no hay otro camino. –Las voces sonaron como una daga atravesándole el corazón.
-Gracias una vez más. -La vidente salió del circuito infinito exhausta, tanto que creía que iba caer de bruces contra el suelo, pero se contuvo al ver a su ayudante acercarse.
-Mi señora, espero órdenes. -Dijo el Eldar mientras agachaba su cabeza.
-Dad la orden de poner rumbo hacia el sistema Oklath.
-Sí mi señora. -El ayudante volvió a agachar la cabeza mientras se retiraba a dar la orden.

 

Mientras su ayudante desaparecía por uno de los pasillos, Iluanne cerró los ojos y lloró por volver a tener que llevar a sus hermanos a la guerra.